Unos afirman que la palabra, por sí sola, no cura. Otros sostienen lo contrario. Lo que es indudable es que con la palabra, además de ofender, menospreciar, humillar, herir, también se puede transmitir esperanza, infundir ánimos, proporcionar alivio y consuelo, y hasta aplacar la aflicción y el dolor ajenos.
Les animo, sí, les animo a que regalen ese poder beneficioso de la palabra a enfermos, a sus familiares y cuidadores, especialmente en estas fechas, pues, como explica Hernández Guerrero,
La experiencia nos confirma que las palabras atenúan los dolores del cuerpo y mitigan los sufrimientos del espíritu, suavizan los angustiosos interrogantes y poseen la capacidad de hacernos sentir menos solos.
¡Les deseo una muy feliz Navidad!